¿Quiénes somos?

Somos personas que hemos descubierto en este camino de la Oración Pura, (Meditación), la respuesta al llamado que sentimos en nuestro corazón, de buscar a Dios en lo profundo de nosotros mismos, donde Él habita.
Tenemos como una sed, un anhelo, que nos conduce a ese encuentro.

Nuestro corazón nos mueve a volver cada vez, allí donde estamos solos con Dios y no hay nadie más, y donde nos unimos a Él, y con Él a todo.

Nos sentamos a meditar dos veces al día, a la mañana y al atardecer, por veinte minutos o media hora cada vez, y a medida que pasa el tiempo, ya el encuentro se hace continuo, y podemos orar en todo momento y lugar, porque el corazón tiene una oración que es ininterrumpida.

Además nos reunimos una vez por semana en los grupos, donde compartimos nuestras experiencias, nos acompañamos, nos alentamos para seguir en el camino y meditamos juntos.

Todo esto nos conduce a descubrir que nuestra felicidad y paz son algo natural, que Dios nos regala a manos sueltas, y que no depende de las circunstancias en que nos encontremos.
Meditamos porque nuestro corazón fue hecho para estar en Dios, y allí queremos tenerlo.

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¿Cómo meditar?

"La oración de Jesús interior y constante es la invocación continua e ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, el corazón y la inteligencia en el sentimiento de su presencia, en todo lugar y en todo tiempo, aun durante el sueño. Esta oración se expresa por estas palabras: ¡Señor Jesucristo, tened piedad de mí! todo el que se acostumbra a esta invocación siente muy grande consolación y necesita decir siempre esta oración; al cabo de algún tiempo, no puede ya pasar sin ella y se le hace como su misma sangre y carne." (Relatos de un Peregrino Ruso).

"Permanece sentado en el silencio y la soledad, cierra los ojos; respira suavemente. En el interior de tu corazón, recoge tu inteligencia, es decir tu pensamiento, de tu cabeza a tu corazón. Di, al ritmo de tu respiración: "Señor Jesucristo, ten piedad de mí", en voz baja, o simplemente en espíritu. Esfuérzate por echar fuera todos los demás pensamientos, sé paciente y repite a menudo este ejercicio". (San Simeón, el Nuevo Teólogo, uno de los libros de la Filocalia).

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Días, horarios y Parroquias donde nos reunimos semanalmente


CATEDRAL DE SAN MARTÍN-Lunes a las 19 hs.

PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA-Caseros-Sábados a las 18:00 hs

Estos lugares están ubicados en la provincia de Buenos Aires.



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A causa de la pandemia, desde el mes de marzo de 2020 las reuniones presenciales están suspendidas, y hasta nuevo aviso.

Algunas consideraciones

"La oración de Jesús, u oración del corazón, es una práctica espiritual muy profunda, que se remonta a la Tradición de los Padres del Desierto de los primeros siglos, y algunos la vinculan con los mismos Apóstoles.
Se apoya en la exhortación apostólica que dice: Oren sin cesar".

Dicha oración consiste en repetir sin cesar la fórmula: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador".
Se trata del grito del ciego de Jericó, y de la oración del publicanos del Evangelio.
Algunas palabras de la fórmula se pueden cambiar, pero se recomienda una frase breve y fija.
"Que tu oración ignore toda multiplicidad". ¡Cuántas veces los balbuceos simples y monótonos de los niños conmueven a su padre!

Adecuando la oración al ritmo respiratorio, el espíritu se calma, encuentra el reposo, se libera de la agitación, abandona la dispersión, se purifica del desorden de los pensamientos, delas imágenes, de las representaciones, de las ideas. Se interioriza, se unifica, ora con el cuerpo y se encarna. El espíritu y el cuerpo recobran la unidad original.
Invoca a Jesús con un deseo ferviente y en una paciente expectativa."

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Pensamientos de los Padres del Desierto

"La atención es el principio de la contemplación, su base permanente...La atención es la purificación de los pensamientos, el templo del recuerdo de Dios, el tesoro que permite soportar las pruebas. La atención es la auxiliar de la fe, la esperanza y la caridad...Aquel que no acepta las pruebas con alegría no puede decir al Señor, "Tu eres mi refugio y asilo" (Sal.3, 4). Si no coloca su refugio en el muy alto, no poseerá el amor en el fondo de su corazón." (Nicéforo el Solitario)

"A la caída del sol, siéntate en tu escabel, en una celda tranquila y oscura, reúne tu espíritu apartándolo de su habitual distracción y de su vagabundeo; impúlsalo entonces lentamente hacia tu corazón al mismo tiempo que tu soplo y lígate a la oración: "¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí!"

"A tu despertar, da gracias a Dios y, sentado, vuelve a la obra esencial, a la oración pura y sin distracción, la oración del corazón durante una hora. Es el momento en que el espíritu está, a menudo, tranquilo y calmo. Nos ha sido prescrito inmolar las primicias, es decir, elevar directamente nuestro primer pensamiento hacia Jesucristo mediante la oración del corazón..."

"Las palabras "Señor Jesucristo, Hijo de Dios conducen al espíritu, inmediatamente, hacia Aquel que ellas nombran. Por las palabras "ten piedad de mí", el espíritu vuelve sobre sí mismo, como si no pudiera soportar la idea de no orar por sí mismo. Cuando haya progresado, por la experiencia, en el amor, se dirigirá únicamente hacia el Señor Jesucristo, pues tendrá la certidumbre evidente del perdón de sus pecados."

"Esto explica el que los Santos Padres no siempre pronuncian la oración completa, sino aquel, una parte; un tercero, otra...según las fuerzas, sin duda, o el estado del que ora."

"La oración del corazón se remonta a los Apóstoles, y este es uno de los elementos esenciales de su justificación...Luego los Padres agregaron y ajustaron las palabras salvadoras "ten piedad", a causa, sobre todo, de aquellos que estaban todavía en la primera edad de la virtud, es decir, los principiantes y los imperfectos...Los avanzados y los perfectos pueden contentarse con la primera fórmula...y, a veces, con la sola invocación del Nombre de Jesús, que constituye toda su oración..." (Calixto e Ignacio Xantopoulos).

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domingo, 16 de mayo de 2010

Charla con el Padre Juan Ávalos, párroco de la Medalla Milagrosa de Caseros

Para entrar en el encuentro con Dios a través de la oración silenciosa, hay que ir descubriendo y derribando las trabas que se interponen. Liberarse de lo que nos quita libertad. Es como un río de agua que está obstruido en laguna parte, y que por eso se desborda. No puede fluir. Y lo que debe fluir es la Gracia.
Una de esas trabas es el buscar en la oración un fruto determinado.

Pero los más grandes obstáculos son la "culpa" y el "deber ser".
Si alguna de estas trabas están en el fondo, la gracia no fluye y no avanzamos. Debemos observar, sin juicio, qué hay dentro de nuestro corazón. Necesitamos sacarlo, ponerlo a la luz, para poder ver claro, y entregarlo para que Jesús lo sane, porque nosotros no salvamos a nadie, ni a nosotros mismos.

El "deber ser" es todo aquello que nos enseñaron que debíamos ser, y todo lo que nos parece que tenemos que ser. Este prejuicio nos ata, y nos separa de la realidad, o sea de lo que somos en verdad.
La oración nos permite ver lo de dentro y lo de fuera, y nada se deja de lado porque si lo hacemos, la gracia no fluye libremente.
A veces nos quedamos con la culpa y la frustración dentro nuestro, y usamos mecanismos de disimulo, poniendo cara sonriente ante los demás y ante nosotros. Pero eso no es bueno. Hay que sacar afuera, ponerlo a la luz, para poder profundizar el canal. Ver más hondo, porque seguramente habrá otras obstrucciones. Dejar fluir.


O sea que se trata de observar el corazón, sin asustarse por lo que aparece, por la miseria que encontramos en nosotros. Eso nos conducirá a la pobreza de espíritu, y a los pobres de espíritu Jesús les dijo que serán felices, porque poseerán el Reino de los Cielos. Jesús vino para los pobres precisamente. Vino para mí, vino para nosotros.


Detrás de la angustia vendrá el perdón, y el perdón lo da Jesús. Es una gracia. Nosotros no podemos solos. La reconciliación con todo lo que somos es también una gracia, con la que solamente colaboramos.

Pero la culpa obstaculiza ver el camino, y el deber ser impide recorrerlo.
Si nos estancamos en la culpa, ella no nos traerá la solución, sino que encontrará al culpable, y detrás, nada. Salir de la culpa nos llevará a la reconciliación.
Aprendemos equivocándonos, y le tenemos que perder el miedo a esto.


Las últimas palabras de Jesús en la Cruz fueron: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"
Y eso es lo que tenemos que hacer. Nuestro trabajo es tratar de poner a la luz, y la oración nos ayuda en esto, para después entregar en sus manos todo lo que no podemos hacer.

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